SON DE UN ENCUENTRO BONRINQUEÑO.
En algún diáfano encuentro
de dos almas desoladas,
le hicieron algunas hadas...
al amor un epicentro:
en los dos y muy adentro
de su gélida tristeza,
con mirarsen la certeza
de una cosquilla lograban,
sin saber que acariciaban
su extraña naturaleza.
Ella un poco más pequeña
sintió las brazas del viento,
que la llevaron al cuento
de la enamorada isleña,
en la San Juan borinqueña
de los amores enteros,
donde el beso y los boleros
culminan en una historia
que a través de la memoria
van a ser siempre sinceros.
La música y la esperanza
del tímido caballero,
en su jovial desespero
porque el anhelo no alcanza,
buscando hacer remembranza
de la cuna de su letra,
la sintió como penetra
la belleza por los poros
y en sus sienes le hizo coros
de amor eterno sin treta.
La besó con la mirada...
lo sedujo con un gesto
y el amor siempre dispuesto
les dio una gran coordenada,
y de pronto de la nada
se acercaron sin conciencia
para vivir la experiencia
más grandiosa y altruista,
de un sueño a primera vista
que les brindaba indulgencia.
Nuevamente en Puerto Rico
en las olas del mar sopla,
el viento que es una copla
de esta historia que dedico,
y que repita, ¡suplico!
la bondad del sentimiento
brindándole el condimento
más puro gestor de calma;
que en ella vibra en el alma
mientras él da su concierto.
Juan Guillermo Mora Peña.
En algún diáfano encuentro
de dos almas desoladas,
le hicieron algunas hadas...
al amor un epicentro:
en los dos y muy adentro
de su gélida tristeza,
con mirarsen la certeza
de una cosquilla lograban,
sin saber que acariciaban
su extraña naturaleza.
Ella un poco más pequeña
sintió las brazas del viento,
que la llevaron al cuento
de la enamorada isleña,
en la San Juan borinqueña
de los amores enteros,
donde el beso y los boleros
culminan en una historia
que a través de la memoria
van a ser siempre sinceros.
La música y la esperanza
del tímido caballero,
en su jovial desespero
porque el anhelo no alcanza,
buscando hacer remembranza
de la cuna de su letra,
la sintió como penetra
la belleza por los poros
y en sus sienes le hizo coros
de amor eterno sin treta.
La besó con la mirada...
lo sedujo con un gesto
y el amor siempre dispuesto
les dio una gran coordenada,
y de pronto de la nada
se acercaron sin conciencia
para vivir la experiencia
más grandiosa y altruista,
de un sueño a primera vista
que les brindaba indulgencia.
Nuevamente en Puerto Rico
en las olas del mar sopla,
el viento que es una copla
de esta historia que dedico,
y que repita, ¡suplico!
la bondad del sentimiento
brindándole el condimento
más puro gestor de calma;
que en ella vibra en el alma
mientras él da su concierto.
Juan Guillermo Mora Peña.
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