Fotografía de Marcela Ochoa
(Con cariño y respeto profundo)
¿Dónde vas a través de tu ventana, cuando desde lo más profundo de tu alma, se impone la inquietud del horizonte de la vida en tu silencio?...
Tal vez hayas llegado al punto de verte en el arte de transmutar el espíritu, para al fin fundirte libre en los colores de la tarde; desbocando en tu sonrisa la mixtura que posees de fuerza y fragilidad, y, haciendo convergencia de tus ojos asombrosos con el instante piadoso de expresar una alegría... ¿Qué sé yo?... Una simpatía con tendencias ávidas de sensibilidad que, imponiendo su misterio, llaman sin reproche mi atención.
No es difícil hallar así el sonido de las flores, ni constiparse del temor de despertar y no volver a soñarles, en ese riego de trinos que vencen la duda infame; los pasajes de esperanza que en su vuelo dan las aves, y la lluvia... ¡Ah!, la lluvia serena que sobre una limpia convicción lava feliz los disfraces, los oscuros pensamientos de la desidia cobarde; el amor equivocado, la falacia de entregarse sin saberse, y morir sin encontrarse.
No sé si alguna tristeza, de esas que a duras penas por el amor se contraen, recibe de tu inmersión una lingüística en clave, para sentirse cayendo de su trono inexorable y entender que no te vence; que ante el dolor eres arte... Plenitud voluntariosa, pereza para quebrarte; razón para amar la vida... Vida altiva de coraje, pasión a las aventuras con las virtudes más grandes.
Nuevamente, ¿qué sé yo?, si apenas en la distancia me he propuesto imaginarte como el poema más dulce, como un corazón avante que, entre sueños y costumbres, labores, fantasías y realidades, apacigua en su mirada la inquietud que la vida me comparte y que guarda en su sonrisa, un misterio fascinante.
Juan Guillermo Mora Peña
Marzo 3, 2016
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